top of page

Amor, Neurociencia y Huracanes: Cuando el Cerebro nos Juega una Mala Pasada

¿Alguna vez te has encontrado o has visto a alguien en una relación que, desde fuera, todos calificaban de "tóxica", pero que por dentro era un torbellino de pasión, reconciliaciones explosivas y una adicción difícil de explicar? Es esa clase de historia donde el "pero yo lo/a amo" pesa más que todos los consejos de tus amigos.


Justo de esto trata el primer capítulo, "Amor al límite", del libro Amor y desamor en el cerebro de Eduardo Calixto [1]. A través de la historia de Benjamín y Guadalupe, Calixto no solo nos narra un drama de pareja, sino que nos lleva a inspeccionar qué sucede en el cerebro de ambas personas para explicarnos, con datos de neurociencia, por qué a veces nos enredamos en dinámicas tan destructivas.

Hoy quiero glosar esta historia, pero también tender unos puentes entre lo que la ciencia dice y lo que las terapias humanistas proponen para procesar estas heridas. Porque entender el "qué" de nuestra química cerebral es poderoso, pero integrar el "cómo" cambiar esas dinámicas es transformador.


La Historia de Benjamín y Guadalupe: Un Huracán llamado Amor

Calixto nos presenta a Benjamín, encerrado en el baño, mientras su novia Guadalupe rompe la TV y avienta la computadora por la ventana. Suena extremo, pero para ellos es solo otro capítulo más en un ciclo repetitivo: violencia → arrepentimiento → reconciliación "increíble" [1].


Guadalupe es intensa, sagaz, sexualmente magnética. Benjamín, "enamorado", minimiza las señales de alerta (esa voz que le dice "esto va muy rápido") impulsado por una atracción abrumadora. Pronto, la máscara se cae: surgen la intolerancia, la impulsividad, las ausencias y las infidelidades. A pesar del dolor, Benjamín se apega más. La disculpa tras la tormenta le genera una falsa esperanza, una promesa de que esta vez sí será diferente.


El final es, afortunadamente para este caso, la ruptura. Pero llegar ahí le costó a Benjamín su paz, su autoestima y casi su tesis (literalmente, la computadora que Guadalupe destruyó la contenía). Tras buscar ayuda, un psicólogo pone nombre al caos: Trastorno Límite de la Personalidad (TLP). Entender que los comportamientos de Guadalupe tenían un origen neurobiológico le dio a Benjamín el espacio necesario para romper el "hechizo", aunque la sombra de su ex ("te estoy observando") persistiera.



¿Qué Ocurrió en sus Cerebros? La Química del Enredo

Aquí es donde Calixto [1] y la neurociencia nos iluminan. No se trata de demonizar, sino de comprender.

  • En el cerebro de Guadalupe (TLP): Calixto describe una tormenta química constante: niveles altos de adrenalina y noradrenalina que la mantienen en un estado de alerta e impulsividad [1]. La serotonina, clave para la estabilidad del ánimo, funciona de forma irregular. Su sistema de miedo y recompensa está desajustado, lo que explica su pánico al abandono (real o imaginario) y sus esfuerzos frenéticos por evitarlo, incluso mediante la manipulación y la agresión [1, 2]. Es como si su cerebro estuviera constantemente en modo "lucha o huida", incluso en situaciones de aparente calma.

  • En el cerebro de Benjamín (el "adicto" al amor): Aquí la explicación es igual de potente. Cuando estamos enamorados, la corteza prefrontal –nuestro CEO (director ejecutivo) racional, el que evalúa riesgos– se desactiva parcialmente [1, 2]. ¡Adiós, objetividad! Además, se inundaba de dopamina, el neurotransmisor del deseo y la búsqueda de recompensa. Cada reconciliación era un golpe de dopamina que reforzaba el ciclo [1]. Pero el pegamento más fuerte fue la oxitocina, la hormona del apego y el vínculo [3]. Paradójicamente, la ciencia muestra que este mecanismo de vinculación puede activarse incluso en contextos de maltrato, creando un apego malsano donde la víctima se liga al agresor [1]. Benjamín era, literalmente, adicto a Guadalupe.


ree

Y a todo esto... ¿Qué es el TLP?

De manera sintética, el trastorno límite de la personalidad (TLP) es una forma muy particular de experimentar el mundo y a uno mismo. Quienes lo viven suelen sentir las emociones con una intensidad muy fuerte, como si todo estuviera a flor de piel. Esa intensidad puede llevar a cambios bruscos de ánimo, miedo intenso al abandono, dificultad para mantener relaciones estables y, a veces, conductas impulsivas que buscan calmar ese torbellino interno. No se trata de que la persona “quiera ser así”, sino de una dificultad real para regular emociones y vínculos, que suele estar ligada tanto a la historia personal como a una sensibilidad especial del sistema emocional [4].


Desde una mirada humanista, no se busca “etiquetar” a las personas, ni hablar de un origen biológico único del Trastorno Límite de la Personalidad (TLP), sino comprender cómo la historia personal, las experiencias y los significados construidos han contribuido al modo en que la persona se relaciona consigo misma y con las demás personas.


Así, por ejemplo, desde la Gestalt:

  • El TLP puede entenderse como un intercambio interrumpido con el entorno: la persona aprendió que no era seguro mostrarse tal cual era, o que sus necesidades no serían reconocidas.

  • Las intensas oscilaciones emocionales se leen como ajustes creativos que en su momento ayudaron a sobrevivir a situaciones de abandono, rechazo o invalidación.

  • El “vacío” que muchas personas con TLP sienten puede verse como una interrupción en el contacto consigo mismas y con los demás, producto de historias tempranas de vínculos inestables.


Desde la Terapia Narrativa:

  • El TLP puede estar vinculado a historias dominantes de dolor o carencia que han marcado la identidad de la persona (“soy demasiado poco”, “no valgo”, “siempre me dejan”).

  • La inestabilidad y los miedos al abandono no se entienden como un “déficit interno”, sino como el efecto de historias relacionales en las que hubo rupturas, invalidación o traumas (impactos fuerte, vaya).

  • La narrativa terapéutica ayuda a construir relatos alternativos donde la persona no queda definida solo por el sufrimiento, sino también por sus resistencias, recursos y vínculos significativos.


Así, desde las visiones humanistas, el TLP no se reduce a “un trastorno”, sino que se ve como una forma de adaptación a contextos difíciles. El trabajo terapéutico busca reconectar a la persona con su experiencia presente, dar sentido a su historia y abrir espacio a nuevas formas de vivir y relacionarse más libres y auténticas.




Más Allá de la Química: El Camino Humanista para Procesar

Entender la neurociencia es liberador porque nos quita culpa: no fuimos "personas tontas" o "débiles", nuestro cerebro estaba literalmente secuestrado por su propia bioquímica. Pero el paso siguiente es la reconstrucción. Y aquí es donde las terapias humanistas hacen espacio.


  1. Reescribir la Narrativa (Terapia Narrativa): Benjamín se sentía víctima de su propia historia. La Terapia Narrativa [5] propone que la persona no es el problema, el problema es el problema. Separar su identidad ("soy un tonto por aguantar eso") de la dinámica tóxica ("la estrategia de la relación algo me aportaba al inicio, y después se volvió complicada e impactante") es crucial. Se trata de externalizar el problema y reescribir la propia historia como la de alguien que sobrevivió y aprendió, no solo como una víctima.

  2. Cerrar Gestalts Inconclusas (Terapia Gestalt): Cerrar gestalts inconclusas significa dar cierre a experiencias pendientes para poder avanzar y estar plenamente en el presente. La relación con Guadalupe era un ciclo de gestalts abiertas: peleas sin resolver, promesas incumplidas, emociones no expresadas, que probablemente Benjamín no sabía cómo abordar. La Terapia Gestalt [6] trabaja en el "aquí y el ahora" para traer esas situaciones inconclusas al presente y procesarlas conscientemente, permitiendo su cierre, en la medida de lo posible. Para Benjamín, podría ser expresar la rabia y la tristeza que reprimió en su momento, en un espacio seguro, para que dejen de dar vueltas en su cabeza, hacer un ejercicio de la silla vacía con Guadalupe, para afrontarlo en un lugar seguro, y conectar con sus necesidades.

  3. Autenticidad y Autoaceptación (Enfoque Centrado en la Persona): Carl Rogers [8] hablaría de la necesidad de Benjamín de reconectarse con su "tendencia actualizante". La tendencia actualizante en Rogers es la fuerza innata que impulsa a toda persona a conservarse, crecer y desarrollar su potencial cuando se dan las condiciones adecuadas, como un vínculo terapéutico basado en aceptación incondicional, empatía y autenticidad. La relación tóxica alejó a Benjamín de su yo auténtico. La terapia sería un espacio de aceptación incondicional donde él, sin juicios, habría podido explorar sus necesidades, heridas y reconstruir su autoestima desde la autenticidad, no desde la aprobación de una pareja.

  4. Comunicación Compasiva (Comunicación No Violenta - CNV): Aunque Benjamín ya no está con Guadalupe, aprender CNV [7] es clave para sus futuras relaciones y para consigo mismo. La CNV le enseñaría a identificar y expresar sus sentimientos y necesidades sin culpar al otro ("Me siento herido cuando no hay respeto porque necesito consideración"), y a escuchar empáticamente, incluso detrás de los insultos, las necesidades insatisfechas de la otra persona. Es un antídoto contra los ciclos de crítica-defensa. Es cierto que es un proceso complejo y que necesita de un acompañamiento profesional, pero realmente es un aporte para los procesos personales.


La Luz al Final del Tunel

La historia de Benjamín y Guadalupe es extrema, pero los mecanismos que la sostuvieron –la química del apego, la minimización del riesgo, el miedo al abandono– son mucho más comunes de lo que pensamos. La neurociencia nos explica el por qué: nuestro cerebro está programado para enamorarse y aferrarse, incluso cuando duele. Las terapias humanistas nos dan algunas miradas sobre los cómos: caminos para reconectar con nosotras mismas, como personas, sanar las heridas y escribir nuevos capítulos desde la autenticidad y la compasión.


Además de todo, la buena noticia es que el TLP sí tiene tratamiento, y muchas personas logran transformar su bienestar y sus vínculos cuando encuentran un acompañamiento empático y paciente. Hablar de esto sin prejuicios es vital: detrás de cada diagnóstico hay una persona que, con apoyo y condiciones adecuadas, puede sentirse más en calma y vivir relaciones más libres y plenas.


Te dejo un abrazo pendiente, hasta que nos volvamos a encontrar por estos lares virtuales.

Referencias:

[1] Calixto, E. (2023). Amor y desamor en el cerebro. Debolsillo.

[2] Kolb, B., & Whishaw, I. Q. (2006). Neuropsicología humana. Ed. Médica Panamericana.

[3] National Center for Biotechnology Information. (2020). Oxytocin. StatPearls.

[4] Fowler, J. C., Carlson, M., Orme, W. H., Allen, J. G., Oldham, J. M., Madan, A., & Frueh, B. C. (2021). Diagnostic accuracy of DSM-5 borderline personality disorder criteria: Toward an optimized criteria set. Journal of Affective Disorders, 279, 203-207. https://doi.org/10.1016/j.jad.2020.09.138

[5] White, M., & Epston, D. (1993). Medios narrativos para fines terapéuticos. Paidós.

[6] Perls, F. S., Hefferline, R. F., & Goodman, P. (1951). Terapia Gestalt: Excitación y crecimiento de la personalidad humana. Editorial Cuatro Vientos.

[7] Rosenberg, M. B. (2006). Comunicación no violenta: Un lenguaje de vida. Editorial Acanto.

[8] Rogers, C. (1961). El proceso de convertirse en persona. Paidós.

Comentarios


bottom of page