Amor y desamor: entre la neurociencia y las teorías humanistas
- Mauricio Durán

- 23 ago
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El prólogo del libro Amor y desamor en el cerebro (Calixto, 2023) [1] plantea una idea disruptiva, que no es común en el imaginario de nuestras sociedades actuales: el amor no nace en el corazón, sino en el cerebro. Esta afirmación nos invita a repensar el amor como un fenómeno neurobiológico que se construye y, eventualmente, se destruye a nivel cerebral, más que como un mito romántico. Además de ser un tema, por de más interesante, me importa intervenirlo desde las miradas humanistas para lograr una comprensión integral, una mirada 360 que complemente la explicación científica con perspectivas centradas en la experiencia subjetiva, la narrativa personal y la comunicación empática.
Amor: química, narrativa y conexión humana
Cuando nos enamoramos, experimentamos sensaciones corporales como “mariposas en el estómago” (Calixto, 2023, p.9), taquicardia o sudoración. Según Calixto, estas reacciones son producto de un cóctel neuroquímico —dopamina, oxitocina, endorfinas y adrenalina— que produce un estado de euforia similar al de una adicción. ¿Pero qué son estas sustancias y por qué son tan importantes para nuestro cerebro?
Estamos hablando de neuroquímicos, es decir, compuestos que el cuerpo utiliza para enviar señales entre neuronas (células especializadas del sistema nervioso que transmiten información mediante impulsos eléctricos y señales químicas) y otras células. Algunos de estos neuroquímicos actúan como neurotransmisores, que son mensajeros químicos encargados de transmitir información entre neuronas, y otros también como hormonas (mensajeros químicos producidos por glándulas que regulan funciones y procesos en el cuerpo), influyendo en funciones corporales y emociones.
Así, la dopamina es una sustancia química que actúa como neurotransmisor y está involucrada en el movimiento, la atención, el aprendizaje y la sensación de recompensa (Kolb & Whishaw, 2006) [2]. La oxitocina, conocida como la “hormona del amor”, se produce en el hipotálamo (una región del cerebro que regula funciones esenciales como el hambre, la sed, la temperatura corporal, el sueño y la liberación de hormonas) y refuerza el apego, la confianza y las relaciones sociales, además de intervenir en el parto y la lactancia (National Center for Biotechnology Information, 2020) [3]. Por su parte, las endorfinas son analgésicos naturales del cuerpo: reducen el dolor y generan bienestar y euforia, razón por la que se vinculan con el ejercicio y la risa. Finalmente, la adrenalina prepara al organismo para reaccionar ante el estrés, acelerando el corazón, aumentando la energía y activando la respuesta de “lucha o huida” (Kolb & Whishaw, 2006).
Desde el punto de vista de la Terapia Narrativa (White & Epston) [4] el enamoramiento también es una historia que nos contamos. Las narrativas culturales, los relatos dominantes sobre el amor ideal moldean cómo interpretamos esas sensaciones, reforzando el guion de la “media naranja” o del “para siempre”, incluso cuando la neurobiología solo garantiza un periodo de alta intensidad emocional.

El costo de la idealización y la pérdida de objetividad
El prólogo del libro de Calixto, nos advierte que este estado químico que se genera durante el enamoramiento nos priva de objetividad: “vemos solo lo que queremos ver”. Desde la perspectiva Gestalt [5], este fenómeno puede entenderse como una fijación en ciertas figuras —atributos deseados de la pareja— mientras el fondo, que incluye señales de incompatibilidad, queda relegado. Esta polarización alimenta la ilusión de perfección, pero también prepara el terreno para la frustración cuando la realidad emerge.
En paralelo, Rosenberg (2006) [6], a través de la Comunicación No Violenta (CNV), nos recuerda que detrás de cada juicio (“es el amor de mi vida” o “me destruyó”) hay sentimientos conectados a necesidades, probablemente no expresados. Si, en lugar de idealizar o culpabilizar, conectamos los sentimientos con necesidades de afecto, seguridad o reconocimiento, el enamoramiento podría pasar a su fase de amor en donde la oxitocina juega un papel más importante desde el diálogo, desde el reconocimiento y validación de las necesidades de la persona de enfrente. Y es verdad que eso es todo un proceso que implica un proceso personal de cada una de las partes de la pareja, para luego ser llevado al nivel relacional.
Del amor romántico a la responsabilidad emocional
La paradoja que menciona Calixto —la misma persona que nos enamora puede convertirse en verdugo— también puede analizarse desde el Enfoque Centrado en la Persona (Rogers) [7]. Cuando el amor se condiciona (“te quiero si eres como yo espero”), dejamos de ofrecer aceptación incondicional, generando incongruencia y tensión en la relación. Cultivar una actitud empática, genuina y no directiva permitiría transformar el vínculo en lugar de caer en dinámicas de control o violencia emocional. Acá es importante señalar, nuevamente, que eso implica un proceso importante de revisión personal con un acompañamiento terapéutico que le permita a cada una de las partes de la pareja ver las capas que cada una trae, para comenzar a procesarlas. Del dicho al hecho, hay mucho trecho, como dice la sabiduría popular... de la teoría a la práctica hay que realizar procesos, caminos, andamiajes que nos permitan transitar lo mejor posible los vínculos interrelacionales. ¿Qué cuida cada persona cuando no acepta algo? ¿Por qué no nos podemos poner en los zapatos de la otra persona cuando nos está transparentando lo que siente y necesita? Muchas veces las personas cuidamos cosas importantes para nosotras, y eso impide flexibilizarnos, y es muy válido. En ocasiones no llegamos a la empatía porque la escucha es un proceso complicado, se mueven emociones que jalan la atención a nuestra propia historia y dejamos de oír lo que está planteando la persona de al lado nuestro, y entramos en el proceso de respuesta o huida... atacamos o nos defendemos, aclaramos y eso impide que la otra persona se sienta escuchada y validada.
Amar con conciencia
Comprender que el amor tiene raíces neuroquímicas no lo despoja de su valor humano; al contrario, nos invita a integrarlo con consciencia. Desde la neurociencia, sabemos que la química no dura para siempre, pero desde las terapias humanistas aprendemos que el amor puede sostenerse si se reescriben las historias, se cultiva la empatía y se aceptan las diferencias, para transitar lo mejor posible del periodo de enamoramiento 'dopaminérgico' al amor 'oxitocínico'... del mero placer, a la conexión profunda.
Te dejo un abrazo pendiente hasta que nos volvamos a encontrar por estos lados virtuales, para accompañarte.
Referencias
[1] Calixto, E. (2023). Amor y desamor en el cerebro. Debolsillo.
[2] Kolb, B., & Whishaw, I. Q. (2006). Neuropsicología humana (Edición reimpresa). Ed. Médica Panamericana.
[3] National Center for Biotechnology Information. (2020). Oxytocin. En StatPearls [Internet]. StatPearls Publishing. Recuperado de https://www.ncbi.nlm.nih.gov/books/NBK538260/
[4] White, M., & Epston, D. (1993). Medios narrativos para fines terapéuticos. Paidós.
[5] Perls, F. S., Hefferline, R. F., & Goodman, P. (1951). Terapia Gestalt: Excitación y crecimiento de la personalidad humana. Editorial Cuatro Vientos.
[6] Rosenberg, M. B. (2006). Comunicación no violenta: Un lenguaje de vida. Editorial Acanto.
[7] Rogers, C. (1961). El proceso de convertirse en persona. Paidós.





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