Cuando el nudo en el estómago habla: cómo transformar el malestar en claridad
- Mauricio Durán
- 28 ene
- 4 Min. de lectura
Hay días que empiezan mal. Te levantas con un nudo en el estómago, con la sensación de que algo no está bien, o simplemente de malas, sin una razón clara. Mientras avanza el día, recibes impactos: el sonido del despertador –cuando no tienes ganas de pararte aún–, un mensaje que no llega o un comentario que parece inocente, pero se siente como una daga. Esos impactos parecen encender algo dentro de ti, pero no siempre son la causa de lo que sientes. Los estímulos externos solo despiertan lo que ya estaba ahí. El estímulo no siempre es la causa. ¿Te ha pasado? A mí sí, y no pocas veces. ¿Y cómo podemos abordar este tipo de situaciones?
La propuesta de la Gestalt es simple, pero poderosa: darle espacio a lo que sientes. Si hay algo desagradable, en lugar de evitarlo, date un espacio, conecta, siéntelo. Déjalo surgir, nómbralo. Porque cuando lo nombras, cobra figura [1], se vuelve tangible, y solo entonces puedes comenzar a trabajarlo. Es como 'exorcizar a los demonios internos'. Lo que no se nombra, lo que permanece en las sombras, tiende a controlarnos. Pero cuando le damos luz, podemos trabajar con ello.
Nombrar para liberar
A veces, ese malestar tiene un origen claro, proviene de un estímulo: una situación, una persona, una conversación pendiente. En esos casos, una herramienta terapéutica muy valiosa es la 'silla vacía' de la Gestalt [2]. Imagínatelos ahí, frente a ti, y permite que todo lo que sientes salga a la luz. Sin filtros, sin censura. Habla desde el 'chacal' si hace falta. ¿Chacal?... a eso voy.
Marshall Rosenberg, creador de la Comunicación No Violenta (CNV) [3], usa una metáfora: dentro de nosotros habitan un chacal y una jirafa. El chacal es visceral, reacciona con enojo, frustración, juicio. La jirafa, en cambio, tiene el corazón más grande entre los mamíferos terrestres y simboliza la capacidad de conectar con nuestras necesidades y las de las demás personas desde la empatía. Pero no siempre se puede llegar a la jirafa sin antes dejar hablar al chacal. Negar su existencia solo intensifica el ruido interno. Dale espacio, exorciza lo que siente y luego escucha lo que realmente necesitas. Por supuesto, acá mi visión del cuidado mutuo, te invitaría a cuidar (valga la redundancia) no usar el chacal, en la medida de lo posible, cuando estés frente a otras personas, sobre todo aquellas que están implicadas como parte del estímulo.

Los sentimientos como mensajeros
Detrás de cada emoción o sentimiento hay una necesidad. Tal vez ese malestar que sientes al no recibir una respuesta no se trata del mensaje en sí, sino de tu necesidad de sentirte cuidada, vista o valorada como persona. Tal vez la frustración en una discusión refleja tu anhelo de ser escuchada y/o reconocida. Los sentimientos son solo mensajeros. Al permitirnos nombrar lo que sentimos, abrimos el camino para conectar con esas necesidades profundas. Y cuando lo hacemos, algo se reacomoda dentro de nosotras. Si quisieras profundizar en la conexión entre sentimientos y necesidades, no está de más que des clic aquí.
El problema es el problema, la persona es la persona
Recuerda: el problema es el problema, la persona es la persona, como propone Michael White desde las Terapias Narrativas [4]. Esta frase se refiere a separar la identidad de una persona del conflicto que enfrentamos con ella. Esto significa que, en lugar de etiquetar a alguien como 'el problema' (por ejemplo, 'él/ella es tóxico/a'), reconocemos que el problema es una construcción externa, digamos... sólo una estrategia que afecta la relación o la situación, pero no define a la persona en su totalidad. Esta perspectiva permite abordar los conflictos desde un lugar más compasivo, enfocándonos en resolver el problema en lugar de atacar o juzgar a la persona involucrada. Si tu malestar está relacionado con alguien, busca un lugar seguro para procesarlo, donde no impactes innecesariamente a la persona involucrada. Porque, independientemente de si el estímulo viene de fuera, es importante, en ocasiones, cuidar a la persona de enfrente. Y si no tienes las herramientas necesarias, no dudes en buscar el acompañamiento de un terapeuta de confianza.
Hacer espacio para ti
Darle espacio a lo que sientes es un acto de cuidado hacia ti misma. No es fácil, pero es necesario. Toma un momento para parar, respirar y sentir. Hazlo en un lugar seguro, con personas que puedan sostenerte si lo necesitas. Al final, el resultado vale la pena: te reacomodas, conectas contigo misma y recuperas tu libertad emocional. A veces, es lo único que necesitamos.
Lo he visto a menudo en mi consultorio, en terapia, con diferentes personas que, al darse permiso de detenerse y conectar con lo que sienten, logran desenredar emociones que parecían imposibles de manejar. Y yo mismo lo he vivido en carne propia: en esos momentos en los que he hecho espacio para sentir y nombrar lo que hay dentro de mí, aún en medio del tráfico, cuando acabo de pasar un impacto... hacer espacio, nombrarlo en un 'soliloquio', me permite reacomodarme, me permite ver cosas que no había visto, entender el origen del impacto. Ayuda mucho a encontrar claridad y hacer espacio, liberar algo de presión que transforman por completo cómo me relaciono conmigo mismo y con el mundo.
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Dale espacio a lo que sientes. Te dejo un abrazo pendiente, para accompañarte, hasta que nos volvamos a encontrar.
Referencias
[1] Spagnuolo Lobb, Margherita. (2002), Psicoterapia de la Gestalt. En Psicoterapia de la Gestalt. Hermenéutica y clínica. Ed. Gedisa.
[2] Poza Rodríguez, Irene, Cales de Juan, José M.ª, y Escarabajal Arrieta, María Dolores. (2023). Silla Vacía: La Realidad Proyectada. En Revista de Psicoterapia
[3] Rosenberg, Marshall. (2006). Comunicación no violenta. Gran Aldea Editores.
[4] White, Michael., & Epston, David. (1990). Medios Narrativos para Fines Terapéuticos. Paidós.
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